sábado, 9 de marzo de 2013

La Sangre De Cristo Que Limpia De Toda Maldad

Juan Wesley


Una noche Juan Wesley, cuyas predicaciones encendieron el avivamiento más grande de la historia de Inglaterra, andaba a caballo por un bosque. De repente escuchó una voz gritando "deténgase”. Apareció un asaltante quien agarró la rienda del caballo de Wesley y le dijo: "Su dinero o su vida".

Wesley entregó el poco dinero que tenía y el ladrón, al encontrar sólo libros religiosos en las alforjas de Wesley, se disponía a irse. Pero Wesley le dijo: "Espere, tengo algo más para darle".

El ladrón se detuvo, esperando recibir algo más. Wesley le dijo: "Amigo espero que viva los días suficientes para arrepentirse de esta vida suya, y si así resulta, le ruego que recuerde una cosa: -la sangre de Cristo limpia de toda maldad-

Unos años después, cuando Wesley estaba viejo, predicó en una iglesia y terminado el culto mucha gente deseaba saludarlo. Una de esas personas fue el ladrón que había asaltado a Wesley muchos años antes en aquel bosque oscuro. Ya no era ladrón sino un hombre de negocios y un fiel discípulo de
Jesucristo.

Le hizo recordar a Wesley aquella noche en el bosque y las palabras que Wesley había dicho. Le contó cómo había llegado a conocer a Cristo, como Cristo lo había transformado, y como Cristo lo había llenado de alegría y paz. En un gesto de gratitud tomó la mano de Wesley para besarla, diciendo, "A usted señor Wesley se lo debo todo". Pero Wesley le respondió, "a mí no, mi amigo: todo se lo debe a la sangre de Cristo que limpia de toda maldad".

Adaptada de Hewitt, Illustracions Unlimited, (Wheaton, Illinois: Tyndale, 1988), p. 50.

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